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SANTIAGO, 8 ago (El Mercurio/The NYT) — Durante gran parte del siglo pasado, la Ciudad Prohibida era un imponente vacío en el bullicioso centro de Beijing. El complejo de 73 hectáreas, donde los emperadores y sus asesores planearon el destino de China por cientos de años, fue despojado de su misión cuando el último emperador abdica en 1912. Desde entonces el terreno del palacio ha estado en ocasiones vacío o lo han tratado como un museo insulso, con la mayoría de los salones cerrados al público y los pocos que estaban abiertos hacinados de turistas que compraron los recorridos en sus paquetes de viaje.

Sin embargo, a medida que la Ciudad Prohibida se acerca a su cumpleaños número 600 en 2020, ha ocurrido un cambio drástico, pues se han restaurado incluso los rincones más oscuros y polvorientos a su antigua gloria para que todos la disfruten.

Hasta 2012, sólo 30% del enorme complejo estaba abierto al gran público. Ahora, el 80% es accesible y se ha llenado de exposiciones, restaurantes, cafeterías, librerías y tiendas de regalos muy rentables, así como senderos, arboledas y recovecos que invitan a la contemplación de las dinastías de antaño.

La revitalización de la Ciudad Prohibida ha coincidido con una política enfocada en proteger y proyectar el legado cultural del país, un giro de 180º para un Partido Comunista que llegó con la promesa de revocar el pasado y construir una nueva utopía socialista.

El presidente Xi Jinping, quien ha alabado las enseñanzas tradicionales como el confucianismo, ha impulsado la “autoconfianza cultural” como una de sus principales estrategias. Su gobierno ha invertido en revivir las prácticas culturales tradicionales y en 2014 hizo un llamado al Museo del Palacio para que exhibiera mejor sus bienes.

Y los cambios han rendido frutos. La Ciudad Prohibida es cada vez más popular: tuvo un récord de 17 millones de visitantes en 2018. “Jamás veníamos porque no había mucho que ver”, dijo Zhao Li, ingeniero de 44 años que hace poco visitó el lugar con su hija de 12 años. “Ahora podemos pasear y ver nuevas exposiciones. Así es más fácil que los jóvenes o los niños entiendan el pasado”.