Occidente no tiene que imitar a China, aunque no le iría mal algo de modestia para aprender en más de un aspecto. Pero necesitaríamos abordar una profunda introspección: mejorar la calidad de nuestra democracia, poner la economía al servicio del bien común, alargar el bienestar social, pacificar los conflictos, reestructurar la gobernanza global. Esa es la agenda. Pero no vamos por ahí.
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