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Los positivos resultados obtenidos por la economía china durante 2017 y comienzos del 2018, ponen de manifiesto la capacidad del país asiático de cambiar su gigantesca economía impulsada por la manufactura a una dirigida por los servicios y el consumo; una hazaña que pocas naciones han logrado con éxito. Beijing es muy consciente de la importancia de esta transición. Ahora, después de seis años de crecimiento lento, el estado está avanzando con mayor impulso, implementando reformas esenciales y promoviendo un crecimiento basado en la calidad, la sostenibilidad y la eficiencia, factores que ahora superan en importancia, a la velocidad y el tamaño.

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