El creciente conflicto comercial entre EEUU y China se ha caracterizado, a veces, como lo que los teóricos de juegos llamarían el dilema del prisionero. Un prisionero podría beneficiarse al denunciar a otro, pero solo si este otro prisionero no traiciona al primero. Si ambos hablan, ambos pierden. El mejor resultado para ambos se produce si ambos permanecen en silencio. Del mismo modo, una economía puede beneficiarse al aumentar los aranceles a otra, pero solo mientras esta última no tome represalias. En un escenario de ojo por ojo, ambas pierden. En ese caso, se espera que las pérdidas obliguen a las partes perjudicadas a reconocer su error y volver a cooperar.
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