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SANTIAGO, 5 sep (El Mercurio/WSJ) — Los estadounidenses están profundamente divididos por muchas de las políticas del Presidente Trump, pero la guerra comercial con China, a pesar de sus consecuencias económicas, no es una de ellas. Destacados demócratas y republicanos en el Congreso han aplaudido la línea dura del Presidente y las encuestas muestran que la desconfianza con China va en aumento a través de todo el espectro político.

La desconfianza va más allá de los políticos y la ciudadanía. “La actitud entre la élite de política exterior estadounidense ha cambiado considerablemente durante los últimos tres o cuatro años por una actitud mucho más dura hacia China”, observa Stephen Hadley, quien fue asesor de seguridad nacional bajo el Presidente George W. Bush.

Hay buenas razones para este giro agresivo. Los defensores de un compromiso han quedado consternados ante el trato indebido de China hacia las compañías extranjeras -tal como la transferencia obligada de su tecnología-, su tono más beligerante hacia sus vecinos y el control más estricto del Presidente Xi Jinping sobre la disidencia interna.

¿Política pendular?

Sin embargo, si el péndulo oscilaba demasiado cargado hacia dar una acogida a China en el pasado, puede que ahora esté rebotando demasiado hacia el enfrentamiento. Eso es lo que se deduce de lo dicho por varias figuras importantes con décadas de experiencia diversa sobre China.

“Tenemos una actitud hacia China, no una política sobre China”, sostiene Henry Paulson, quien fue secretario del Tesoro bajo el gobierno de Bush. “Todos compiten por ser el más beligerante, pero no hay nadie preguntándose ¿qué podemos hacer en forma realista que tenga cierta posibilidad de obtener resultados que no sean dañinos para nuestros intereses económicos y de seguridad nacional en el largo plazo?”.

Sin duda, gran parte del liderazgo esperaba que China se liberalizara más; y se equivocaron. Sin embargo, en este apuro por dar un giro, el nuevo consenso beligerante ignora la historia de cooperación global cada vez mayor -no cada vez menor- de China.

Por lo tanto, ¿cuál es la estrategia correcta si no es la integración con China, como buscaba el gobierno anterior, o la desvinculación, como ha amenazado este gobierno? Todos los expertos están de acuerdo en que EEUU tiene que unir a sus aliados detrás de un enfoque común.

La estrategia de EEUU tiene también que ser adaptable, es decir, maximizar los beneficios si China coopera; y minimizar el daño si no lo hace.

“El mensaje para China debería ser: arreglemos las normas en el camino”, seña Hadley. “Pero no se equivoquen. Si no podemos resolver esas cosas y nos involucramos en un enfrentamiento a puño limpio, estaremos preparados y ganaremos”, sentencia.