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A medida que la pandemia de coronavirus amplifica las preocupaciones sobre la dependencia económica del mundo de China, varios países están tratando de reducir esa exposición; al tiempo que los halcones del gobierno de Trump siguen presionando para que se produzca el llamado “desacoplamiento” económico de Beijing. Pero fuera de los círculos gubernamentales, en las empresas donde se toman las decisiones sobre la fabricación y las ventas, los cálculos son más complejos: China es un hábito con el que resultar difícil romper.

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