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MADRID, 20 nov (El Economista) — China controla la mayor reserva de tierras raras del mundo. Según los datos del Servicio Geológico de Estados Unidos, el gigante asiático acumulaba el año pasado 44 millones de toneladas. Al mismo tiempo, el país extrae el 63% de las tierras raras del mundo y procesa el 85%de este material clave para la transición ecológica.

A pesar de los acercamientos entre China y Estados Unidos esta semana en San Francisco con la reunión bilateral de Joe Biden y Xi Jinping, la guerra comercial todavía sigue vigente y ambos países quieren controlar cómo, cuándo y a dónde van los materiales esenciales que exportan.

Así, el Ministerio de Comercio de China anunció que va a agregar las tierras raras (incluidas aleaciones y compuestos) y óxidos de importancia estratégica a una lista de recursos minerales que requieren que los exportadores informen, casi en tiempo real, el tipo que exportación que van a realizar y el país de destino. Esta medida está prevista que dure hasta octubre de 2025.

Esta medida se une a la obligación de informar sobre los pedidos y envíos de hierro y cobre, potasa y petróleo rudo. Al mismo tiempo, también tienen pensado meter restricciones a las exportaciones de grafito, germanio y galio.

Estos datos que va a recolectar Pekín le van a permitir saber la tendencia de las exportaciones de este tipo de materiales y así maximizar las represalias económicas a sus rivales comerciales (entre ellos Estados Unidos) a través de al restricción a las exportaciones de tierras raras. Además, esto pone a China en una posición privilegiada frente a las negociaciones con Estados Unidos para limitar la competencia económica. Aún así, tampoco lo tiene todo de su mano, ya que estas medidas podrían provocar un mayor, o menor, escrutinio del Congreso de EE UU sobre la cadena de suministro de China.

Lo que está claro es que este cambio ayuda a China a reforzar su autosuficiencia industrial, ya que le garantiza la posesión de insumos industriales necesarios para sus planes de innovación y diversificación comercial y así mantenerse como potencia comercial líder.

China es consciente de que las tierras raras son, como el petróleo, un bien finito y que la demanda se va a quintuplicar de aquí a 2030, según las estimaciones de los expertos, debido los planes de transición ecológica de los distintos países, entre ellos la Unión Europea. Por eso lleva desarrollando desde los años 90 un monopolio estratégico de producción de tierras raras.

Estos materiales se usan tanto para elaborar las baterías de los coches eléctricos hasta sistemas de defensa. El mundo actual no se puede comprender sin el uso de tierras raras y será el petróleo del futuro. El propio comisario de Mercado Interior de la UE, Thierry Breton, dijo que el litio y las tierras raras “serán pronto más importantes que el petróleo y el gas”.

En Europa se está muy pendiente de un descubrimiento en Suecia. Este sería el mayor yacimiento del Viejo Continente y en él hay más de un millón de toneladas. Hay que tener en cuenta que cerca del 98% de estos materiales que se usaron dentro de la Unión Europea en 2021 se importaron desde China.

Este hallazgo da una bomba de oxígeno a la Unión para poder avanzar su objetivo de “autonomía estratégica abierta”, que pretende reducir la excesiva dependencia del Viejo Continente de terceros en el suministro de bienes, materias primas o servicios esenciales que se puedan ver afectados por una disrupción en las cadenas de suministros provocada, tal y como pasó durante la pandemia de la Covid-19, por el cierre de fronteras de un país, en este caso, China.
Ahora, el gigante asiático está intentando adentrarse en Sudamérica para explotar las reservas de litio de los países de la región que aglutinan las mayores reservas del mundo. Argentina, Bolivia y Chile contienen más de la mitad del litio del mundo. Tanto es así que ya se les denomina coloquialmente “el triángulo del litio”, lo que despierta el interés de China y EEUU.