Tres reformistas chinos, nacidos entre 1929 y 1930, entregan su diagnóstico sobre la situación económica del país asiático. Wu Jinglian, quien aconsejó al gobierno desde los primeros años para iniciar el proceso de “reforma y apertura” en la década de 1980, considera que aunque el sector privado ha florecido en las últimas décadas, el estado todavía ocupa un lugar preponderante, al punto que hasta “un burócrata de bajo nivel puede decidir la vida o la muerte de una empresa”. Li Yining, quien tuvo al actual primer ministro Li Keqiang como uno de sus alumnos en la Universidad de Pekín, considera que China desperdició recursos naturales y dañó su entorno, acumulando un exceso de capacidad, que le han impedido aprovechar las oportunidades para arreglar su modelo económico. Mao Yushi, el llamado campeón de la desregulación, es aún más radical. Según él, ya es demasiado tarde para la economía china y una crisis es casi inevitable. El país tiene muchas viviendas vacías y sus bancos acumulan demasiada deuda incobrable. Sin embargo, los tres viejos reformistas mantienen un moderado optimismo sobre el futuro. China todavía tiene un buen potencial para el crecimiento, si se maneja de manera más eficiente.
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